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¿A quién juzgo cuando juzgo?

¿Sabes qué ocurre cuando emites un juicio acerca de otra persona? ¿Cómo te sientes cuando a quien juzgan es a ti, o tus acciones? ¿Te sientes capaz de sentir empatía por ese “reo” al que en cierta ocasión has encausado sin su conocimiento? ¿Para qué juzgamos? ¿Qué emociones nos llevan a determinar si las acciones o forma de proceder de alguien son contrarias a las leyes de la honestidad, de la bondad e incluso del buen gusto? ¿Qué hay detrás de nuestros juicios?



La inspiración para abordar el tema del juicio me ha venido al escuchar un programa en la radio el pasado sábado; una periodista televisiva describía sus experiencias durante su trabajo anterior, en una conocida cadena autonómica. Dicho programa le permitía entrar en los hogares de ciudadanos muy variopintos; eran casas cuyas puertas abrían de par en par sus dueños, en la confianza de que su ocupación no era nada más que para el hecho noticiable. Sin embargo, esta periodista aprovechó para acaparar detalles y posteriormente, durante su intervención radiofónica, enjuiciar otros aspectos de las casas que había visitado.

Durante su intervención sabatina, en el programa de una conocida emisora, aprovechó para contar su particular versión de lo que debía ser un escenario audiovisual; criticó, valoró y enjuició todo aquello que le pareció ajeno a lo que era su personal gusto estético. He de reconocer que me llegó al alma uno de los casos, cuando relató la entrevista a una mujer que había perdido recientemente a un ser querido; en ese momento, la periodista Rebeca pareció fijarse únicamente en que el sofá en el que estaban sentadas tenía una funda de plástico que crujía y sonaba cada vez que ella cruzaba las piernas o se movía. Rebeca contó en tono burlón las señas de complicidad que hacía a su compañero, quien manejaba la cámara, tomándose más en serio la peculiaridad decorativa del hogar de la entrevistada que el caso que profesionalmente le ocupaba. 

En ese momento me detuve a reflexionar en lo que intuía que estaba pasando: Rebeca juzgaba y al parecer dicho juicio decía más de ella que de la persona entrevistada. Me di cuenta de algo más: yo misma estuve a punto de emitir mi propio juicio, nada halagüeño por cierto, hacia la periodista. Lo frené a tiempo preguntándome el para qué y la respuesta me vino en forma de inspiración: ¿qué hay detrás de nuestros juicios? 



Quién es el reo

Se dice del juicio que es la facultad de las personas para distinguir el bien del mal, lo verdadero de lo falso; si bien tales conceptos son susceptibles de múltiples interpretaciones, por lo que el juicio, cuando es formal, debería ser prerrogativa casi exclusiva de los jueces profesionales. No obstante, a pesar de que desde el Coaching invite a evitar el juicio, es cierto que posiblemente y para la mayoría de nosotros tal acción requiera de un entrenamiento. Te propongo que cuando creas que vas a juzgar mires primero qué hay detrás, es decir, quién es el reo, la persona objeto de nuestro veredicto por haber cometido lo que consideramos una falta, una culpa. Sería quizá interesante que nos preguntáramos quién marca dónde está el límite de acción para cada uno, o también qué es lo que nos molesta tanto como para enjuiciar las conductas o formas de pensar de los demás; en definitiva: ¿realmente sabemos a quién estamos juzgando cuando juzgamos?



Como en otras ocasiones, te invito a que formules varias preguntas:

  1. ¿Para qué juzgo?
  2. ¿Qué siento cuando lo hago?
  3. ¿Qué acciones son las que enjuicio más a menudo?
  4. ¿Están relacionados mis juicios hacia los demás con situaciones en las que he sido yo la persona juzgada?
  5. ¿Cómo me he sentido en tales momentos?
  6. ¿A quién juzgo cuando juzgo? ¿lo hago también hacia mí mismo? ¿se trata de procesos paralelos?
  7. ¿Qué me aporta el juicio, sea hacia mí o hacia otra persona?

¡Feliz Empatía! ¡Feliz Coaching!



Y recuerda que…

  • En ocasiones valoramos las conductas de los demás, arrogándonos en sus jueces, pero ¿qué hay detrás de nuestros juicios? 
  • Dicen los expertos que al juzgar a otra persona antes nos hemos juzgado a nosotros mismos, proyectando nuestra autovaloración 
  • Podemos preguntarnos qué es lo que nos molesta tanto como para enjuiciar las conductas o formas de pensar de los demás 
  • Evitar el juicio nos permite respetar, entender y hasta reconciliarnos con la otra persona 
  • Mediante la compasión inteligente, que engloba la comprensión, la empatía y la comunicación asertiva conectamos con los demás 


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