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Emociones que alimentan

¿Te gusta comer? ¿disfrutas con un generoso menú compuesto de varios platos? ¿te concedes algunos caprichos dulces? ¿cómo es tu relación con la comida? ¿qué es lo primero que haces cuando tienes un disgusto? ¿y cuando estás enfadada? ¿crees que el alcohol soluciona tus miedos?



Se dice que somos lo que comemos, si bien desde el Coaching proponemos añadir otras funciones, pues lo que pensamos, sentimos y hacemos conforman en gran medida quiénes somos y para qué nos marcamos objetivos. Uno de éstos puede ser, por ejemplo, mejorar la relación con la alimentación. Lo que comemos ocupa una parte destacable en nuestra felicidad, al menos en el corto plazo, proporcionándonos satisfacción y el aporte de nutrientes necesarios para sentirnos bien. Sin embargo, hay ocasiones en las que en lugar de alimentarnos por necesidad lo hacemos emocionalmente, para compensar las frustraciones, tristezas, enojos o miedos que sentimos.

Te invito a separar ambos “apetitos”, el de la ingesta de alimentos y aquél provocado por las emociones. ¿Cómo distinguimos cuándo nos excedemos con una y con otra forma de alimentación? Veamos: te propongo que antes de abrir el frigorífico, el tarro de las galletas o el bote de anacardos te detengas un momento y prestes atención (sí, así es, mindfulness al 100%) y te preguntes hace cuánto tiempo has realizado la última ingesta de cualquier alimento o chuchería; pregúntate también hasta qué punto tienes apetito ¿lo tienes, de verdad? ¿o es otro tipo de necesidad?

Ahora te incito a que continúes haciéndote preguntas: si no tienes ganas de comer, ¿qué es lo que te pasa? ¿qué es lo que sientes? ¿para qué esa pretendida sensación de hambre? Puedes responder asimismo a las siguientes cuestiones: ¿qué hay detrás del último atracón de croquetas, de empanadillas o de patatas fritas? ¿y del de chuches o palomitas? ¿cómo te encuentras después de beber más alcohol de la cuenta? 



Consecuencias

“Tu manera de organizarte la vida, de decorar tu hogar, de relacionarte con los demás, de tomar decisiones, de trabajar y la forma en la que comes; todo esto habla de ti: de cómo amas, cómo te quieres, cómo te cuidas, de quién dirige tu vida y de cómo será tu futuro” dice Neus Elcacho, experta en nutrición integrativa; “pero también por qué me abandono, o me hablo mal, me machaco, me culpo, me juzgo, por qué me siento en el último lugar de mi vida, por qué me exijo tanto, o la causa por la que no me quiero, priorizo o cuido”.


Nuestras necesidades emocionales no terminan ahí, según Elcacho: “necesitamos personas que quieran compartir un camino, unos valores, un apoyo, un crecimiento personal, un entendimiento; y que nos escuchen, se ocupen de nosotros, que nos traten por igual”; “es importante que no tengas que tratarle como si fueras su niñera, su madre o su chacha, una persona con paciencia, con consciencia de que el amor cambia, y que hay que trabajarlo cada semana y adaptarse; que quiera lo que tú eres: sin depilar, sin arreglar, sin conjuntos sexis, que le excite hacerte feliz; eso es amor”. Para la citada experta, tal y como recoge en su último libro “Amor sin azúcares añadidos”, la relación con la alimentación hay que mejorarla “para la gran mayoría la conducta alimentaria se instaura durante la infancia, es consecuencia de quién nos cría, de la cultura que nos rodea y también en la escuela”.

Desde el Coaching os proponemos tomar las riendas de vuestra alimentación, también la emocional, teniendo en cuenta que no se trata de sentir culpa por comer de más o de menos, por pasarnos con el alcohol o por sentir apetito a todas horas. Os invito a reflexionar a propósito de que cada acción tiene su consecuencia y de ésta somos responsables, no culpables.



Así que, si lo deseas, ponte a trabajar para cambiar a mejor tu relación con la comida y la bebida:

  1. Antes de ingerir cualquier alimento o bebida, párate y reflexiona: ¿hace cuánto has ingerido algo, lo que sea?. Para acordarte de parar te puedes ayudar de pequeños trucos, como colocar un aviso en la puerta del frigorífico que deberás cambiar cada semana, para no “acostumbrarte” a su presencia. Otro más: coloca los productos de picoteo habitual en lugares menos accesibles: así te dará tiempo a reflexionar.
  2. ¿Qué hay detrás de esa sensación de apetito? ¿cómo te sientes? ¿cuál es la emoción más destacable que notas? ¿crees que se arreglará comiendo o bebiendo? ¿qué pasará si vuelves a dejar los snacks donde los habías cogido?
  3. Trata de hacer varias respiraciones profundas; tómate tu tiempo. Deja fluir tus sensaciones, siente qué necesitas emocionalmente ¿se trata de algo que te pueden dar en este momento? ¿quizá más tarde?,¿estás cerca de la persona a la que se lo solicitarías? ¿qué pasaría si se lo dijeras? ¿cómo se lo dirías?,¿qué pasará si no se lo comentas?
  4. Cuando termines tu entrenamiento de focalización en las emociones, siéntete libre de ocuparte en alguna actividad que te distraiga, para evitar recaer.

Es posible que las primeras veces notes que te cuesta llegar hasta el cuarto punto. Desde el Coaching te proponemos la regla de oro: entrenar, entrenar y entrenar y, sobre todo, ten en cuenta que, aunque ahora no te haya salido bien, la próxima lo harás mejor, ¿verdad?
¡Feliz Dieta Sana! ¡Feliz Coaching!



Y recuerda que…

  • Somos lo que comemos, pero también lo que sentimos, pensamos, hacemos, dormimos, nos relacionamos, nos divertimos y queremos 
  • A veces comemos de más, tomamos bebidas que nos perjudican y nos damos premios que ingerimos, aunque no nos hacen más felices 
  • La alimentación ocupa una parte destacable en nuestra felicidad, pero no es lo único, ya que las emociones que sentimos conviene gestionarlas desde dentro 
  • ¿Qué hay detrás de un atracón de croquetas, de empanadillas o de patatas fritas? ¿Y de chuches o palomitas? ¿Cómo te encuentras después de beber más alcohol de la cuenta? 
  • A menudo necesitamos que nos demuestren que nos quieren, que están agradecidos, que nos abracen, nos escuchen y se rían con nosotros


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