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¿Qué es lo que guardas?



Abres un cajón, apodado cariñosamente “de las maravillas” dado su variopinto contenido, y casi saltan al rostro alambres de cierre de las bolsas de pan de molde, clips, pincitas para cintas de regalo, cordeles del envoltorio de la pastelería o minibolsitas con autocierre, además de botones, alguna que otra pila rara y plana, llavecitas de candados extraviados o sorpresas de los roscones de años sucesivos. Suele haber un punto de pragmatismo que nos hace preguntarnos: y yo, ¿para qué quiero todo esto?

¿Qué hay detrás del desorden? ¿y de la acumulación de objetos? ¿qué nos lleva a guardar cosas simplemente porque sí? Algunas de las respuestas pueden encontrarse al seguir las enseñanzas del milenario arte chino del Feng Shui. Basado en la filosofía taoísta, se nutre de tres principios básicos como son el orden, la limpieza y la seguridad. Pero antes de ordenar es preciso desechar, reciclando, tirando, regalando o vendiendo aquellas posesiones que ya no usamos.



Emoción en paralelo

Hay algo mágico en el acto de hacer limpieza en un trastero, un armario, incluso un cajón o una estantería. En primer lugar, dedicamos toda nuestra atención al acto mismo de seleccionar, apartar aquello que nos interesa y desechar lo que no utilizaremos más. En segundo lugar, al contemplar cada objeto, tenemos la oportunidad de comprobar qué es lo que significa para nosotros en este momento. Por ejemplo, puede ser que un determinado libro lo apartemos rápidamente para donarlo a la sección “segunda vida” del punto limpio de nuestro barrio y sin embargo una entrada de cine mal cortada y en la que casi ni se lee el título de la película nos produzca una emoción de ternura que nos lleve a guardarla sin dudar.

La experta japonesa en organización Marie Kondo, creadora del sistema KonMari para seleccionar y ordenar espacios, dice: “sorprende cuántas cosas que poseemos ya cumplieron su función; al reconocer su contribución y dejarlas ir con gratitud, seremos capaces de ponerlas en orden y también toda nuestra vida” Es precisamente este paralelismo lo que convierte el proceso de selección y reorganización en algo valioso desde el punto de vista emocional.

Una de mis coachees se mudó de casa hace algunos años. La dejó cerrada y se trasladó a otra de alquiler. Unos meses atrás decidió hacer obras en la primera vivienda y fue entonces cuando tuvo el llamado “insight”, es decir, se dio cuenta de que cuando se marchó de su casa lo que hizo fue huir, dejando atrás objetos y pertenencias que, hasta ahora cuando volvió, no había echado de menos. 

“Encontré de todo, hasta alimentos como harinas y pasta almacenados en los armarios, vestidos y pantalones que me seguían valiendo, libros ya leídos, CD´s y videos que ahora tienen un nuevo valor”, dice Cristina; “a todo ello apliqué el método de contemplarlo, sentir qué representaba para mí en este momento y después desecharlo o conservarlo”.Tras una treintena de bolsas destinadas al reciclaje, Cristina dejó su antigua casa vacía portando una caja pequeña en la que recogió un par de libros, algún recuerdo de algún viaje, un chaleco que años atrás fue su prenda favorita y una pequeña cajita de música que ya no suena, pero por la que siente un cariño especial. Cristina me aseguró que por cada bolsa que llevaba al centro de reciclaje recibía una compensación emocional en forma de equilibrio, de paz consigo misma; “creo que al limpiar de raíz el que fuera mi anterior hogar he hecho lo mismo en mi interior, sacando fuera todo aquello que pudiera haber quedado enquistado, oculto, entre esas paredes” 

Actualmente la antigua casa de Cristina está renovada y a punto de ser alquilada por una pareja joven, lo que reportará nuevos ingresos a mi coachee. Sin embargo, ella siente que la verdadera renovación se ha producido en su interior, pues tras fijar su objetivo (ordenar y limpiar la antigua casa) y preguntarse qué era lo que se lo impedía (recuerdos, apegos emocionales, miedos) lo siguiente fue formular cómo lo iba a lograr. Su proceso de Coaching implicó confrontar sus emociones al decidir cuál era la relación que mantenía con todos y cada uno de esos objetos. 

Empezar por lo más fácil

En su libro “La magia del orden”, Marie Kondo define el valor de los objetos según varios aspectos tales como el económico (lo que vale en el mercado), funcional (si aún cumple con alguna función que nos resulte útil), informativo (que contenga datos que podamos emplear) y de apego emocional (objetos a los que nos sentimos unidos porque nos llevan a momentos queridos por nosotros) Existe un quinto valor, la rareza, esto es cuando se trata de un objeto que es difícil de conseguir o restituir. Es este último el caso, por ejemplo, de un tocadiscos antiguo para vinilos, o de una máquina de escribir con cinta no electrónica.

Estos últimos, junto con aquellas cosas por las que sentimos apego emocional (por ejemplo, las fotografías) son las más difíciles de desechar; de ahí que la Kondo recomiende: “guarda las cosas que hablan a tu corazón y desecha el resto; así reajustarás tu vida” No obstante, esta experta sugiere “empezar por lo más fácil, como es la ropa, seguir con los libros, papeles y objetos diversos, dejando para el final las cosas y recuerdos sentimentales, lo más difícil de desechar”



 Y recuerda que…

  • Algunas de las cosas que poseemos ya han cumplido su función: conviene reconocer su contribución y dejarlas ir con gratitud

  • Al poner orden en nuestras cosas lo hacemos también en nuestra vida

  • Si te topas con algo difícil de desechar, piensa por qué quisiste tenerlo y lo que significaba para ti en ese momento

  • El valor de nuestras posesiones se mide según el aspecto económico, funcional, informativo y de apego emocional

  • El método KonMari recomienda guardar aquellos objetos que hablen a tu corazón, desechando el resto

  • Al desechar, ordenar y limpiar un escritorio, un armario o una habitación suele producirse un efecto paralelo en nuestro estado emocional, de modo que reorganizamos nuestro mundo interior



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