Diferir, aplazar, postergar o procrastinar son términos que se refieren a lo mismo, al arte de posponer. Se trata de una habilidad que puede volverse en nuestra contra ocasionándonos malestar, pues tal y como dijo el periodista norteamericano Don Marquis, “procrastinar es seguirle el ritmo al ayer” Sin embargo, en lugar de recrear el pasado, desde el Coaching te invitamos a vivir el presente e iniciar la acción, al estilo del autor de Tom Sawyer, el inmortal Mark Twain: “el secreto para salir adelante es, simplemente, empezar”
Resolver los asuntos que tenemos pendientes, en espera de una decisión por nuestra parte, es quizá una de las tareas que se nos hace más cuesta arriba: hablar con el arrendador para que nos reduzca el importe del alquiler, decirle al vecino que no eleve el tono de voz en las zonas comunes, armarse de valor para comentarle a nuestra mejor amiga que no queremos hacerle ese favor que casi nos exige, llevar a cabo esa limpieza de casa o realizar el cambio de armarios antes de que pase la temporada son acciones que, aunque sabemos y reconocemos que hemos de hacer, las posponemos.
Surgen entonces los “habraques” (de habrá que hacer algo), los “paraluego” (de mejor lo hago luego) o los “yasieso” (ya, total, si eso lo hago más tarde), esto es, las postergaciones, aplazamientos o procrastinaciones. Cuando las acciones a realizar tan sólo nos paralizan un poco en nuestro día a día parece que carecen de importancia; no obstante, existe el efecto “acumulación” que se une a otro, la costumbre, dando como resultado una conducta volcada en el arte de posponer.
Pero en ocasiones la decisión que nos corresponde tomar va más allá de lo meramente cotidiano, como es el caso de un cambio de trabajo, de domicilio, de pareja e incluso de amistades. Detrás pueden existir motivos muy humanos, como el afán de mejorar, ganar más dinero, tener una vivienda acogedora, terminar con una relación que no nos lleva a ninguna parte o apartarnos de las personas que nos resultan tóxicas. Son argumentos de peso, especialmente si ya las hemos identificado como acciones pendientes de realizar. No en vano, el escritor irlandés Bernard Shaw, premio Nobel de Literatura 1925, decía: “si tardas demasiado en decidir qué hacer con tu vida, descubrirás que ya lo has hecho” La buena noticia es que casi siempre estamos a tiempo de empezar a actuar.
Cómo identificar la procrastinación
¿Eres una persona que termina lo que empieza? ¿te gusta marcarte una meta y perseguirla? ¿te cansas a la primera dificultad? ¿y a la segunda? ¿abandonas a la tercera? ¿estás contento con tu situación, a pesar de que no hayas hecho aquello tan importante que ibas a hacer? Ya sabes si eres o no postergador. Desde el Coaching te propongo evitar el autojuicio, es decir, no prestes atención a esos pensamientos en los que te acusas de no hacer, de no acabar, de no empezar o de no querer, pues aparte de ocasionarte malestar no aportan nada a tu proceso, ¿verdad?
Propongo que te preguntes para qué aplazas, postergas, difieres o dejas para después. ¿Qué hay detrás de esa inacción? ¿qué es lo que te frena? ¿cuál es la emoción agazapada tras la indecisión? ¿se trata de pereza, temor, timidez o apatía? Ahora te invito a que personifiques dicho estado de ánimo en forma de figura, tangible a tu imaginación. Al igual que en la confrontación del miedo, puedes hacerle las preguntas siguientes:
1. ¿Quién eres?
2. ¿De dónde vienes?
3. ¿Para qué estás aquí?
4. ¿Qué quieres de mí?
5. ¿Qué puedo hacer por ti?
6. ¿Qué quieres que te dé?
7. ¿Cómo me vas a ayudar?
Al responder es posible que identifiques la causa del no hacer. Ten en cuenta que cuando aplazamos la toma de una decisión elegimos seguir en el pasado, en la zona de confort, con todo lo que comporta en cuanto a no avanzar, a no salir de lo que nos causa malestar. Por el contrario, vivir el presente nos permite tomar el mando de nuestro día a día y para ello la toma de decisiones es fundamental.
Cómo dejo de aplazar
Si ya has identificado tu habilidad para posponer, pero quieres y necesitas seguir adelante, tras personificar y encontrar tus propias claves, te invito a que pienses en un objetivo concreto, válido, realizable y si puede ser, ilusionante. Analiza si es una acción tangible, aunque se trate de algo emocional; si tiene verosimilitud, es decir, si es algo que te encaja en tus valores; si se puede llevar a cabo y puedes buscarle la parte positiva. Por ejemplo, si has decidido que por fin vas a cambiar de trabajo, puedes centrarte en las ventajas que te comportará: económicas, sociales, personales y hasta curriculares.
¿Ya lo has definido? ¿ya lo has decidido? ¿tienes tu objetivo? Pues bien, desde el Coaching te invito ahora a que sigas con las preguntas: ¿qué es lo que me impide lograr el reto? ¿cómo lo voy a conseguir? y otra cuestión de relevancia en este caso: ¿para cuándo? (día, mes y año)
- Cuando aplazamos la toma de una decisión elegimos seguir en el pasado, eludiendo la acción
- Vivir el presente nos permite tomar el mando en nuestro día a día; el dejar para más tarde nos sitúa en el pasado de forma permanente
- Los “habraque”, “ya si eso”, “para luego” o “ya lo hago mañana” nos desvían de la meta, de nuestro objetivo a corto y medio plazo
- ¿Qué hay detrás de nuestras postergaciones? ¿para qué aplazamos la toma de decisiones?
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