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Razón medida


¿Para qué estamos obsesionados con llevar la razón? Dice una voz en off, mientras una pareja discute en el coche, una mujer increpa a unos chavales desde un balcón y dos superhéroes luchan mientras vuelan, antes de caer maltrechos al suelo, en el que una rata y un robot de juguete se pelean. La voz, que sugiere que en vez de llevar la razón podríamos preguntarnos si somos nosotros quienes estamos equivocados, corresponde a una chica con bolsa de compra incluida que, al más puro estilo Coaching, invita a reflexionar y pasa a segundo término, mientras en cada una de las escenas terminan brindando con la marca de refresco que está tras el mensaje.

Impactos publicitarios aparte, la cuestión queda en el aire: ¿para qué llevar la razón? ¿nos quedamos con tenerla o preferimos ser felices? Y tú, ¿qué escoges? ¿con qué te quedas?



Desde el Coaching te propongo que te hagas otra pregunta: ¿cuál es el beneficio que obtienes al tener razón o creer que la llevas? Cuando queremos llevar la razón puede existir una motivación de reafirmarnos, de establecer que estamos aquí, en este punto; sin embargo, ¿qué hay detrás? Posiblemente estemos hablando del ego, ese personaje que nos hace ser quienes somos y que, como casi todo, también se puede entrenar.

Popularmente identificamos el ego con emociones de vanidad, orgullo e incluso narcisismo; no obstante, el ego se manifiesta también en forma de máscaras “saludables” mediante las que socializamos, establecemos nuestra posición en las relaciones que mantenemos con los demás. Así, tenemos un ego hacia nuestra pareja, otro con nuestra familia de origen, hacia nuestra jefa, con los hijos y hacia cada grupo de personas con las que nos relacionamos. Se trata, simplemente, de antifaces neutros de supervivencia social.

Sin embargo, el ego también puede llevarnos a creer que estamos por encima o por debajo de otras personas, en un plano superior o inferior, provocándonos en ocasiones sufrimiento emocional. Uno de estos casos es cuando creemos o queremos llevar la razón, pese a quien pese.



Te equivocas

Se trata de un escenario en el que piensas que llevas la razón: aquel jugador de fútbol fue máximo goleador antes que el otro mencionado por tu amigo; la boda de esos conocidos fue hace cinco años y no seis, como dice tu cuñado y frases tales como ‘qué te apuestas’ o ‘siempre te equivocas’ brotan a priori y a posteriori de los labios de quien piensa que tiene la razón. Cuando es el otro quien presupone estar en posesión de la verdad, a nada que se equivoque brota entonces un ‘te lo dije’ o ‘estaba segura de que no era como tú dices’ Y si finalmente ocurre que acertaba ¿Qué nos pasa?

A todo esto: hablamos todo el tiempo de razón, pero ¿qué hay de la emoción? Al llevar razón sentimos una emoción de euforia, como si hubiéramos ganado una competición. Pero cuando la lleva la otra persona, eso es ya otra cosa, ¿verdad? Y ¿cuál es la emoción predominante? ¿qué sentimos? Desde el Coaching te invito a entrenar el ego, aprender a ganar y a perder con la misma fluidez, sin que por ello entres en una carrera para quedar por encima de la otra persona.

  1. Estas seguro de que lo que dices es cierto, bien cierto; la razón está de tu parte; sin embargo ¿qué ocurriría si no fuera así? ¿y si eres quien está equivocado?
  2. Reflexiona para ver qué hay detrás de esa determinación: ¿qué deseas demostrar? ¿a quién, a ti o a los demás?
  3. ¿Para qué quieres tener razón, incluso si eso es motivo de discusión con tu mejor amiga?
  4. ¿Qué es lo que decides: razón o bienestar?
  5. Si es la razón, parece que la llevas. Si es el bienestar ¿hay algo que te impida conseguirlo? 
  6. ¿Cómo lo vas a lograr?

Emociones de enfado, envidia, tristeza y sobre todo miedo se barajan en este tipo de situaciones, en las que se intenta reforzar la autoestima con elementos externos de reconocimiento.



Llevas razón

Es precisamente este último término, reconocimiento, el que quizá determine nuestra conducta a la hora de dar o no dar la razón a la otra persona. En una entrada reciente a este blog, la del pasado 29 de enero, se decía citando el informe Amstel sobre el reconocimiento, que “la capacidad de reconocer determina nuestra forma de ver la realidad que nos rodea; lo que no se reconoce se devalúa, se desprecia y deja de existir para nosotros, por lo que lo importante es la acción, hacerlo visible y tangible” Lo delicado aquí es saber si el asunto por el que discutimos es en realidad tan valioso como para comprometer nuestro sentido de la amistad y del aprecio hacia otras personas.
Es decir, os invito de nuevo a recapacitar y a reconocer en vosotros mismos dónde está el valor de cada uno: ¿es en la amistad, en el bienestar que nos proporciona hablar con esa persona, o está en el placer de tener una conversación con ese familiar que nos cae tan bien? Es cierto que ni la otra persona te convencerá, ni tampoco tú le harás cambiar de opinión; no obstante ¿qué más nos da? Os propongo de nuevo que os pongáis la capa de coach, que os revistáis de ese reconocimiento que deseáis dar a vuestros valores; por ejemplo, la lealtad, la amistad, la felicidad y el amor. Este último, por cierto, tal y como cada uno lo entienda. Y si queréis, preguntaos lo siguiente:
  1. ¿A qué valor deseo dar mi reconocimiento?
  2. ¿Cómo lo voy a concretar?
  3. ¿Qué me impide situarlo en primer término? (¿quizá dar la razón al otro?)
  4. ¿Qué pasa si doy la razón a la otra persona, aunque no la tenga?
  5. ¿Qué pasa si reconozco que me equivoco?
  6. ¿Cómo expreso que es esa persona quien lleva la razón? Para esto último a lo mejor te puede ayudar esta frase: “Llevabas razón, yo me equivocaba” Puro reconocimiento, 100% entrenamiento. Feliz reconocimiento. Feliz Coaching.



Y recuerda que…

  • Cuando queremos llevar la razón puede existir una motivación de reafirmarnos, de establecer que estamos aquí, en este punto 

  • Al imponer al otro nuestra opinión, el ego puede llevarnos a creer que estamos en un plano superior a la otra persona 

  • Si llevamos razón experimentamos una emoción de euforia, como si hubiéramos ganado una competición, pero ¿qué sentimos cuando es el otro quien acierta? 

  • ¿Para qué quieres tener razón, incluso si eso es motivo de discusión con tu mejor amiga? 

  • El reconocimiento a nuestros valores de lealtad, amistad, felicidad y amor puede ser la clave para acabar con la discusión 



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