¿Qué ocurre cuando alguien acude a nosotros para contarnos un problema? ¿si una amiga desea desahogarse hablándonos de una situación de la que no sabe salir? ¿Cómo podemos ayudar de una manera eficaz a ese ser querido? Desde el Coaching traemos un nuevo término, la compasión
Compasión, pero no entendida desde el ego, es decir, sin empoderarnos mediante la comparación con el “yo no estoy tan mal” o “yo estoy mejor”; vista desde lo emocional, se trataría de la denominada compasión inteligente, aquélla basada en la empatía y el altruismo. Compadecer a alguien que se encuentra en una situación de la que no sabe salir, bien porque siente miedo, tristeza o incluso intuimos que ira, es el primer paso para poder ofrecer apoyo y ayuda. Con la empatía nos ponemos en los zapatos del otro, pero es un calzado que nos aprieta; con el altruismo intentaremos que la persona se sienta emocionalmente bien, sin interés “crematístico” alguno por nuestra parte.
Manuale d’amore
Algo imprescindible en éste y cualquiera de los procesos de Coaching es que ha de ser deseado por la otra persona; es decir, si alguien ante nuestra intención de ayuda no lo desea, hay que respetarlo. El manual de compasión se inicia observando a la otra persona, aquélla que ha acudido a nosotros para referirnos una situación, un problema. Nos situamos desde la posición del director de escena, en un primer momento sin intervenir, desde fuera y por supuesto sin cargarnos nosotros con esa “mochila” que trae nuestra amiga o nuestro familiar. En esto consiste la empatía: colocarnos en el lugar del otro, aunque nos “apriete” su zapato, pero sin cargar con el peso de su sufrimiento.
Para ello procuramos situarnos en la misma posición en la que está nuestro interlocutor, dándonos cuenta de cómo se encuentra, cómo es su comunicación no verbal, sobre todo a partir de sus cejas, pero también por su tono de voz y su gesticulación con las manos. Lo siguiente es escuchar, lo que se conoce como escucha activa, sin juzgar el contenido. Al mismo tiempo y cuando nos haya contado el motivo de su disgusto, procuraremos que se sienta acompañada, que no se vea sola en lo que ve como un problema. Que independientemente de que podamos ayudarle a resolverlo, que se sepa acompañada, asistida.
De esta manera comprenderá que estamos ahí para él o para ella. Manuel Paz, médico internista y psicoterapeuta, recomienda incluir la compasión en la terapia. Junto con el mindfulness o atención plena, son ya herramientas elegidas por el personal sanitario para acompañar y ayudar a las personas en sus procesos psicológicos. Paz recomienda rebajar la tensión del paciente iniciando una actividad física; al ayudar a un amigo, aunque no seamos ni psicoterapeutas ni coaches, acompañamos a la persona querida invitándola a dar un paseo, a caminar. Aunque haga frío, o esté lloviendo: “en mi caso, cuando camino, o nado o monto en bici, pongo las ideas en orden; si te apetece vamos a caminar un poco”
No estás solo
Al cambiar de escenario, la persona va a modificar su actitud, que será menos dramática, empezando por la elección de su lenguaje; al no estar en su zona de confort, va a exponer lo que le ocurre desdramatizando en parte su situación. Esta actitud también le puede ayudar a reducir el peso de la emoción que sienta en la situación que esté viviendo. Durante ese paseo, escuchamos a la persona durante unos minutos; cuando lleve un tiempo que nosotros consideremos suficiente para exponer su dolor, le interrumpimos para recordarle que lleva un rato hablando de ese tema. Esto último se le puede hacer notar con un lenguaje lo más neutro posible, por ejemplo: “llevas un ratito hablando de ese tema, ¿qué deseas hacer?, ¿cómo lo vas a hacer?, y ¿cuándo lo vas a hacer?; de esta manera facilitaremos que nuestro amigo no entre en bucle emocional, esto es, referir la misma cuestión una y otra vez, al tiempo que se compromete consigo a buscar una solución.
Si su respuesta es del tipo “pues no lo sé”, “es que estoy desesperada, no sé qué hacer” nuestra respuesta ha de motivar que encuentre esa vía de salida; por ejemplo, se le puede argüir “algo podrás hacer”, “posiblemente ya lo intuyes” o “déjalo en curso libre, sin pensar demasiado en ello” Se trata de ser lo más neutros posible, aunque nuestra intuición nos haga estar “seguros” de cuál es la solución al problema de nuestra amiga. Y ello porque la intuición nos puede fallar estrepitosamente; de ahí que para ayudar, apoyar y acompañar lo más importante es quedarnos en segundo término, permitiendo que sea la otra persona quien resuelva, con o sin nuestro apoyo.
Gestos como darle un kleenex, apretarle la mano, apoyársela en el hombro o darle un abrazo, dependiendo del momento y de la cercanía emocional con la persona, permite que sepa que estamos ahí para ella. Porque mediante tales expresiones se puede dar cuenta de que no está sola, factor que puede serle muy útil para confrontar la emoción o emociones a las que se enfrenta.
Y recuerda que…
- A veces un poco de actividad física ayudará a nuestra amiga a salir del bucle emocional
- Para sentir empatía no es preciso cargar con la mochila emocional de la otra persona
- Gestos como el de dar un abrazo, poner la mano en el hombro o darle un kleenex le ayudarán a darse cuenta de que no está solo
- Tras escuchar a la persona podemos ayudarle haciéndole algunas preguntas: ¿qué vas a hacer? ¿cómo? ¿cuándo?
- Cuando nos compadecemos del otro debemos evitar el juicio y la comparación con otras personas o situaciones
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