Cuando alguien nos increpa, juzgando nuestra forma de ser, pensar o actuar podemos tomar parte activa. Posiblemente esa persona tenga sus razones, pero nosotros también. Al fin y al cabo, un diálogo es un diálogo, no un monólogo airado desde una posición de enfado, sin tener en cuenta el hecho de que, a lo mejor, no necesitamos su opinión al respecto. Haciendo un guiño a la popular serie de televisión “Cómo conocí a vuestra madre” es lo que se entiende como una intervención, cuando una o varias personas cercanas al que será intervenido se reúnen con este último para “aconsejarle” acerca de cómo debe actuar o comportarse.
¿Qué hacer ante una intervención? ¿Cómo podemos responder si alguien empieza un discurso contra nuestra forma de actuar? ¿O cuando intentan cualquier forma de manipulación? ¿Si, aprovechando nuestra escucha activa, entra en bucle narrando algo que ocurrió hace tiempo y que igual nosotros ni siquiera recordamos? ¿Cómo gestionar el enfado, la gesticulación airada y el reproche?
Desde el Coaching y, de forma similar a cuando hemos tratado el tema de la ira, os propongo varias herramientas. No obstante, la actitud más adecuada ante la persona dispuesta a soltar lo que lleva dentro contra nosotros ha de ser de calma. Lo primero es darnos cuenta de que el disgusto es de la otra persona, no nuestro y es él o ella quien lo plantea.
Herramientas de combate
Al definir las herramientas mediante las que “combatir” el juicio gratuito de la otra persona enumero tres: D.E.P.A. (acrónimo de Descripción, Emoción, Petición y Agradecimiento), la técnica del director de escena y la del espejo.
En el momento en el que la otra persona manifieste una actitud verbalmente agresiva podemos pasar a la acción; por ejemplo: “Veo que estás exponiendo una situación que yo ni siquiera recuerdo, lo que provoca tensión entre nosotros, hasta el punto que parece que vayamos a entrar en bucle, sin llegar a ninguna solución” He aquí la descripción, realizada con un lenguaje lo más neutro posible y sin alusiones directas a la otra persona, evitando así que se ponga a la defensiva, pues invalidaría nuestra estrategia de comunicación. Emoción: “todo esto me hace sentir triste, cansado, sin ganas de continuar hablando contigo” Ante lo que se siente la otra persona no puede objetar nada, aunque no esté de acuerdo. Petición: “te pido que en la medida de lo posible evitemos esta clase de escenas” y Agradecimiento: “gracias” Enseguida, nos damos media vuelta y nos vamos. ¿Qué hemos conseguido?
3. Técnica del Espejo. Tras los primeros dos minutos y una vez que nos demos cuenta de que se avecina una “charla”, buscar un espejo y, o bien acercarlo hasta donde se desarrolla la escena o sugerir a la otra persona acercarse hasta el mismo. Seguidamente, invitamos a nuestra interlocutora a ponerse ante el espejo y seguir con el discurso que ha iniciado. Por nuestra parte, damos media vuelta y nos vamos, dejando a la persona a solas con su propia imagen.
En primer lugar, algo fundamental como es parar el arrebato y la entrada en bucle emocional en seco. Después, reafirmarnos y empoderarnos frente al enfado del otro, sin llegar nosotros a enfadarnos y, por último, permitir que la otra persona reflexione con respecto a su actitud. Y lo hará, antes o después.
2. Técnica del Director de Escena.
Es una herramienta que permite confrontar y gestionar emociones. Vale especialmente para el miedo y también para la ira. Consiste en que en el momento en el que percibamos que la otra persona desea discutir, juzgándonos, imaginemos un desdoblamiento, de modo que nos veamos a nosotros mismos con la otra persona desde otro plano, como si fuéramos un director de escena, pero sin intervenir. De esta forma, nos será más fácil mantener la tranquilidad, ya que nuestra visualización restará dramatismo a la escena en sí. En ese momento podemos observar la gesticulación de nuestra interlocutora, fijarnos en su comunicación no verbal (fundamentalmente las cejas), lenguaje que nos dará la clave para responderle, siempre desde la calma.
Salir del bucle
El uso de estas técnicas no pretende como objetivo hacernos quedar por encima de la otra persona, ni moral ni dialécticamente. Se trata, desde el equilibrio propio, de facilitar la reflexión, el insight en el otro, permitiendo protegernos de la toxicidad de su discurso.
Si a pesar de todo la otra persona persiste, siempre nos queda la baza de levantarnos y, sin mediar casi palabra, marcharnos. O, en todo caso, podremos añadir alguna aclaración del tipo: “veo que ahora no es buen momento para que hablemos, mejor lo dejamos para otra ocasión, adiós” Y nos vamos, sin más.
Una vez fuera, os invito a deteneros un momento, dándoos cuenta de lo que sentís y, si os es posible, reconoced vuestra conducta. Es puro entrenamiento.
Y recuerda que…
- La actitud más adecuada ante la persona dispuesta a soltar lo que lleva dentro contra nosotros ha de ser de calma
- Lo primero es darnos cuenta de que el disgusto es de la otra persona, no nuestro y es él o ella quien lo plantea
- Herramientas como la D.E.P.A. o las técnicas del Director de Escena y del Espejo nos permiten gestionar las emociones proyectadas por la otra persona hacia nosotros
- La herramienta del Director de Escena consiste en imaginar un desdoblamiento, para vernos a nosotros mismos con la otra persona desde otro plano, lo que nos dará ventaja
- Mediante la técnica del Espejo invitamos a nuestra interlocutora a ponerse ante uno y seguir con el discurso que ha iniciado, pero esta vez dirigido hacia su propia imagen
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