Un viejo y popular refrán enuncia que “si la envidia fuera tiña, cuántos tiñosos habría” o también “al pesar por el bien ajeno llaman envidia y es veneno” y es que ese malestar por el logro de los demás, ese deseo de algo que no se tiene puede llegar a ser una emoción tan poderosa como capaz de destruir a quien la padece, afectando muchas veces a aquel que la recibe.
Es importante aprender a detectar la envidia, tanto si es una emoción que padecemos o que por el contrario sufrimos por parte de otra persona de nuestro entorno. Se trata de un factor muy potente que hace acumular ira, tristeza y miedo en la persona que lo experimenta, hasta el punto en el que sea incapaz de reconocer cuál es el motivo de su antipatía hacia la persona objeto de su envidia. Si somos destinatarios de la envidia de otro es conveniente detectarlo, evitando los ataques, primero no verbales y luego verbales e incluso físicos, por parte de esa persona.
Desde el Coaching la envidia se contempla como una actitud ligada a una alta toxicidad en términos de relaciones humanas, dado que no responde a una lógica ni racional ni emocional, a no ser la propia de la persona que la experimenta. Os invito a detectarla para poder gestionarla convenientemente.
La envidia sana
Se oye a veces la expresión “envidia sana”, tan paradójica como improbable, dado que uno de los principales efectos secundarios de la envidia es precisamente el malestar emocional, que la aleja de todo lo sano y saludable. ¿Dónde reside la toxicidad de la envidia?
Dado que se define como el deseo por obtener algo que no se tiene, es claro que hace referencia a la posesión; pero poseer implica “ser dueño de” sin embargo no todo aquello que se envidia ha de ser material, por lo que es posible que no se pueda obtener y mucho menos poseer. También se refiere a la focalización en lo que no se tiene, en lugar de en lo que realmente se es, por ejemplo, las habilidades de cada uno.
La lógica de la conducta envidiosa se inicia con el deseo de aquello que cree no tener, lo cual implica una creencia limitante, que frena la acción de la persona. Al no sentirse capaz de obtenerlo y lejos de marcarlo como un objetivo o un reto, se convierte en un juicio en contra de la persona portadora de ese bien o de ese don. Le sigue el desmerecimiento, la crítica destructiva y, si llega el caso, el enfado y la ira contra la persona objeto de su envidia.
¿Qué hay detrás? En Coaching cada conducta, cada reto, cada coachee es un caso único; no obstante, tras la conducta envidiosa suele emerger con fuerza la ira, emoción que puede encubrir la tristeza y/o el miedo, producto a su vez de un nivel de autoestima bajo. Es importante considerar la envidia como una actitud y, como tal, susceptible de cambio.
Verla venir
Cuando se es objeto de la envidia de otra persona es determinante darse cuenta de ello, “verlo venir”. Actitudes como expresión de desagrado, una prosodia que delate el tono alto de voz, un ademán contenido que indique ira, una expresión facial de ceño fruncido, brazos cruzados, dedo índice en modo acusador al realizar algún reproche… en fin, existen multitud de gestos que enseguida interpretamos como rasgos de incomodidad, malestar y enfado en la otra persona.
Es más, cuando nosotros lo verbalizamos, aunque sea en forma de pensamiento, de idea, es posible que nuestro cerebro ya lo haya leído. De ahí que sea necesario escuchar a nuestra parte emocional, evaluando posibilidades y sin menospreciar la fuerza (que no la fortaleza) del resentimiento y de la ira en la otra persona.
En una situación así, desde el Coaching te invito a que adoptes la posición de un director de escena, como si observaras a distancia la conversación entre la persona con conducta de envidia y tú. Para protegerte puedes optar por la herramienta DEPA (Descripción, Emoción, Petición y Agradecimiento), marchándote nada más enunciar tu mensaje en el tono más neutro que te sea posible: “veo que hay tensión entre nosotros desde hace un tiempo y ello me produce tristeza, incluso enfado; te pido que no sigamos con esta actitud. Gracias”
En ocasiones es suficiente con escuchar el mensaje que nos quiera transmitir la otra persona que, en el caso de ser con lenguaje y ademanes hostiles y/o agresivos, se pueden contrarrestar con una respuesta firme, clara y sincera, del tipo “veo que en este momento no podemos mantener una conversación tranquila; te percibo nervioso y así no podemos resolver; si te parece lo dejamos para mejor ocasión”
Es de este modo como podemos disipar la toxicidad de la actitud iracunda en la otra persona, provocando quizá su reflexión.
Es una actitud
¿Y si somos nosotros quienes sentimos envidia? Desde el Coaching se contempla como una actitud que, como tal, puede corregirse mediante entrenamiento. La envidia te hace desear lo que no tienes, o lo que crees no poseer; sin embargo, te invito a que mires más allá, a que veas lo que hay detrás de ese deseo, de ese impulso: ¿hay tristeza por no contar con algo material? ¿hay enfado por no ser tan guapodelgadointeligentesimpáticopopular como la otra persona? ¿sientes miedo ante la posibilidad de perder tu lugar en el mundo si no alcanzas ese umbral de éxito? Bien, hasta aquí lo sientes; ahora ¿qué puedes hacer para mejorarlo? ¿cuál es tu objetivo? ¿qué está en tu mano cambiar?
Te invito a que reflexiones acerca de tus habilidades y de las posibilidades que aquellas te brindan. Localiza tu meta, un objetivo cercano, concreto, que veas posible; pregúntate qué es lo que te impide alcanzarlo y también cómo lo vas a lograr. Y después no quedará ni rastro de la envidia.
Y recuerda que…
- La envidia es una actitud que puede debilitarse mediante el entrenamiento
- Ese deseo por algo que no se tiene puede llegar a ser una emoción tan poderosa como capaz de destruir a quien la padece
- Es importante aprender a detectar la envidia, tanto si es una emoción que padecemos o que por el contrario sufrimos por parte de otra persona de nuestro entorno
- Malestar emocional, enfado, tristeza y miedo están en la base de la envidia, que va asociada a un alto nivel de toxicidad
- Concentrarse en las habilidades propias, convertir las creencias limitantes en potenciadoras y centrarse en un objetivo anularán nuestra sensación de envidia
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